No hace muchos días me reuní con un grupo de amigos. Entre
tema y tema uno de los integrantes, educador para más señas, comentaba airado
un situación que le enervaba.
Se refería a un anuncio en el que una señora mayor anima a
reciclar el vidrio a golpe de “colleja”.
El decepcionado educador comentaba que su colectivo llevaba
tiempo, bastante, y horas, bastantes más, acudiendo a cursos denominados de
convivencia. En dichos cursos les enseñaban diferentes herramientas, según sus
palabras, para posteriormente utilizarlas con los alumnos. El fondo del
programa se trata de enseñar a los niños a manejar sus impulsos primarios
frente a situaciones que pueden derivar en un enfrentamiento agresivo. Esto es,
cambiar el insulto, desprecio, agresión, menosprecio, burla o daño psicológico
por el dialogo, entendimiento, debate, empatía, confrontación de ideas y
pareceres, para llegar a un acuerdo consensuado.
Todos le aplaudimos, metafóricamente, y añadimos que nos
parecía un planteamiento acertado y digno de ser llevado a cabo.
Ahí llegó su malestar.
Después de que su colectivo se quema las pestañas para poner
en práctica lo mencionado, con no sé cuántas hora en las aulas resulta que en
la televisión, en horario abierto, a la vista de todos, sea cual sea la edad, y
con el beneplácito de las altas instancias, aparece una señora de edad
mostrando la otra cara de la moneda. Nos viene a decir que al que no aprende
por las buenas… “colleja”. Al que no hace lo que la sociedad demanda… “colleja”.
Al que está equivocado, aunque quizá esté en su derecho… “colleja”; vamos, que
las cosas también se puede arreglar a palos, que debe ser una vía tan útil como
válida.
Lo que más me duele es que este amigo tenía razón.
¿Para que va la sociedad a intentar educar a los más jóvenes,
si cualquier descerebrado, puede aprobar una campaña publicitaria donde la
agresión sea el lenguaje válido, el medio, para conseguir un objetivo?
Como decía mi amigo, quizá los equivocados seamos nosotros,
y hay que volver a métodos antiguos. A métodos pedagógicos como, “pon la mano
que te estampo la regla”, “dedos en punta y te doy con la otra regla, la
anterior la he roto en la mano de tu compañero”, “cachete y tente tieso”, “brazos
en cruz y disfruta del recreo”, “te engancho de las orejas y te evito la
calefacción del mes de noviembre”. Quizá estos señores tengan razón y para
evitar tanto fracaso escolar no hay nada más que volver al principio pedagógico
de “LA LETRA CON SANGRE ENTRA”, ¿o no?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario