El pasado día 25, el del “Rodea el Congreso”, viendo las
noticias entendí lo que los trabajadores de principios de siglo XX, aquellos de
las minas, los de las fábricas textiles en Barcelona, tuvieron que sentir en
propia carne. La policía cargaba contra los manifestantes, y los manifestantes
se defendían (Según otra forma de ver las mismas imágenes, los manifestantes
provocaban a la policía y la policía se defendía).
Mientras veía las imágenes, reitero, deseaba ver a la
muchedumbre abalanzarse y pasar por encima de la misma policía que en otras
ocasiones me ha dado lástima.
Lástima cuando tenían a un montón de gente quemando
contenedores, a borrachos celebrando, incluso antes de empezar el partido, los
logros de su equipo destrozando el mobiliario urbano, etc, y estaban agarrados,
contenidos o quizá, con la consigna de disolver, pero que no se note.
En esta ocasión la consigna debe haber sido otra: “Muchachos,
a machacar”, o, “Darles a esos rojos de mierda”, quizá, “Rojos, masones,
sacudirles en los cojones”. Quizá el ideólogo pensaba que el congreso es suyo,
la política es suya, y la democracia la usa él para limpiarse el culo cuando le
da la gana.
El caso es que se lo debieron tomar al pie de la letra, y
una vez sacada la máquina de repartir leches, lo hicieron a conciencia y donde
pillaron. Por eso sentí rabia, y deseos de que fueran arrollados.
Los políticos, que al final son los que reparten las
consignas, no nos engañemos, han olvidado que la calle es del pueblo, que
tenemos derecho a protestar, gritar, y rodear lo que nos de la gana porque lo
pagamos nosotros, porque no se va a matar a nadie, ni impedir nada, sólo
manifestar que no estamos de acuerdo con lo que están haciendo, que nos tienen
hasta el gorro, y que pensamos de ellos que son los peores políticos de la
historia de la democracia, si ésta ha existido en algún momento.
Sé que es difícil, pero les pediría a la misma policía que
tenga valor, valor para negarse a pegar tan brutalmente a los que les pagan, a
los que son como ellos, porque cuando se quitan el uniforme son uno más, porque
a ellos también les han bajado el sueldo, les han quitado la extra, y sus
hijos, lo mismo que los del resto, sufrirán las decisiones de esos mismos políticos
que les han dicho: “duro y a la cabeza”.
Aunque el miedo es libro, y eso de quedarse sólo no anima
mucho ¿Quién es el guapo que tira la porra al suelo? Luego sabes lo que te
espera, apertura de expediente y a la “puta calle”, ¿con qué pago la hipoteca,
con que alimento a mis hijos…?
Tenemos mucho que perder, efectivamente, pero les dejaremos
a nuestros hijos una sociedad esclava, atemorizada, y supeditada a los deseos de
esa máquina de crear pobreza que es la clase política.
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