Da
la impresión de que el mundo de la política es un coto privado en el que sólo
algunos privilegiados pueden cazar. ¿Por qué lo digo?, por la forma en que los
políticos “profesionales” reaccionan cuando sienten una injerencia.
¿Qué
es para ellos una injerencia? Cuando cualquiera de otro ámbito que no sea el
político irrumpe en su mundo, generalmente harto de sus mamonadas y dispuesto a
poner sobre la mesa los problemas y la situación catastrófica por la que está
pasando el país, un colectivo, un grupo social desfavorecido...
¿Cómo
reaccionan los políticos ante esta injerencia? Se sienten atacados y
amenazados. Sienten intrusismo, que alguien está donde no debiera, que alguien
trata de entrar en una parcela que no le corresponde. Creo que se sienten
vulnerables y violados en su intimidad porque sus intimidades están llenas de
trampas, porquería, falsedades y mentira. Ante la probabilidad de que sus
inmundicias sean desveladas y reveladas, arremeten contra el “extraño” haciendo
piña, aunque los que se unan sean de pareceres políticos completamente
opuestos: “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
Normalmente,
cuando un intruso entra en política no lleva el traje del discurso político y
su forma de expresión es clara, concisa, concreta, directa, centrada,
reivindicativa y transparente. Lo que en la calle expresamos como “llamar a las
cosas por su nombre”. En el lado opuesto tenemos al discurso político,
que es opaco, abstracto, vacío de contenido, generalista, acomodaticio, sin
compromiso, ambiguo e inútil.
¿Qué
actitud toman los políticos? Ante la amenaza que supone el peligro de su puesto
de trabajo lo primero que hacen es atacar a ese elemento desestabilizador y tacharlo de “populista”.
Este
es el mensaje del político al uso: “populismo”. Los votantes queremos que los
políticos nos digan claramente qué van a hacer y cómo; que tomen medidas
rápidas y contundentes ante situaciones como las que estamos viendo todos los
días: nepotismo, fraude, robo, mentira, comisiones, abuso de poder, falta de
iniciativa por parte de la fiscalía, protección al rico y poderoso… Pero eso
implica claridad de ideas y deseos de hacer su trabajo, que en el fondo no
quieren. Se perjudicarían a sí mismos, así que deben seguir con sus discursos
vacíos para que nada cambie y todo siga igual, donde al final, lo importante,
es que ellos se enriquezcan, cobren sus supersueldos, abran puertas en las
empresas privadas para el día que dejen la política, y así, dejen sitio a los relevos que como
ellos luchen contra los populistas.
Cuando
vean a un político hablar de populismo es que se siente amenazado. Escuchen al
“populista” él está esgrimiendo las claves de la problemática que le ha hecho
dejar su ocupación habitual para dedicarse a un mundo, la política, que en
principio no había tenido en cuenta.
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